¿Es la crisis demográfica una amenaza que requiere medidas de calado? Así parece entenderlo el poder político, pues el Consejo de Ministros aprobó en enero de 2017 la creación del Comisionado del Gobierno frente al Reto Demográfico. Su finalidad es diseñar una Estrategia Nacional frente al nuevo escenario demográfico.

El 1 de marzo la Comisión Especial sobre la evolución demográfica en España celebró en el Senado su primera sesión. Desde entonces, han comparecido en ella profesionales de distintos ámbitos. El 24 de abril y el 8 de mayo intervinieron dos investigadoras del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas). Este es un resumen de la primera comparecencia, en la que interviene Mª Dolores Puga; en la siguiente entrada, nos ocuparemos de la segunda, Mª Teresa Castro.

¿Existe realmente una crisis demográfica?

Puga menciona la frecuencia con la que se hace referencia a una supuesta crisis demográfica, incluso, con términos como “invierno” o «suicidio» demográfico. ¿De verdad estamos tan mal? se pregunta. Desde hace ciento cincuenta años, se ganan dos años y medio por cada década que sobrevivimos o, lo que es lo mismo, tres meses por año o seis horas diarias de vida. ¿Acaso estas cifras no son un éxito? Así mismo, desde treinta años atrás los nacimientos oscilan alrededor de los 400.000 cada año. 

La situación obedece a un cambio demográfico y no a una crisis. Carece de componente cíclico y, por lo tanto, no tiene vuelta atrás. Los demógrafos llaman al proceso transición demográfica. En realidad, se trata de una modernización de la población, asegura. Unas tasas de natalidad elevadas se corresponden con poblaciones que, a su vez, soportan una gran mortalidad en la infancia. Por el contrario, la mayor parte de los nacidos hoy no solo llega a adulto, sino a la vejez, con una edad muy avanzada.

¿Qué nos debe preocupar?

Como todos los cambios, la transición demográfica tiene unas consecuencias. Por una parte, hay que asumir la desaparición del crecimiento vegetativo; por otra, aceptar la presencia de una nueva estructura de edades: habrá menos niños y más mayores. Y el proceso afecta a la población de todo el mundo. La primera recomendación es ser cautelosos con las proyecciones. Son ejercicios de estimación estadística y formulan hipótesis sobre dinámicas de población muy cambiantes. Entran en juego variables como la migración, muy ligada a los ciclos económicos y al mercado de trabajo.

En otro orden de cosas, el inicio del umbral de la vejez se considera como un elemento estable. Las conjeturas sobre el número de mayores de 65 años en 2060 dan unas cifras muy elevadas. No obstante, está por comprobar que en ese tiempo la edad represente una condición similar a la actual. Los datos disponibles corroboran que, en vez de envejecer, la población de mayor edad “rejuvenece».

La intervención terminó así: «Quiero proponerles que cambiemos las preguntas. Que dejemos de preguntarnos cómo solucionar el envejecimiento demográfico, que difícilmente vamos a solucionar, y empecemos a preguntarnos si estamos realmente preparados para el envejecimiento demográfico. Cómo nos preparamos para él. Esa es la pregunta cuya contestación es de cierta urgencia”.

En este enlace se puede visualizar la comparecencia de Puga.

 

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