El concepto dieta mediterránea hace referencia a un patrón dietético propio de las riberas del mar Mediterráneo. Se trata de un modelo alimentario común a un conjunto de países muy heterogéneos. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la declaró en noviembre de 2010 patrimonio inmaterial de la humanidad. Recibió la distinción como vínculo cultural que favorece la interacción social a través del uso compartido de los alimentos. En su origen, la palabra dieta significó estilo de vida. Y es que la dieta mediterránea no es tanto un modo de comer como una forma de vida.

La cuenca mediterránea hizo florecer a grandes civilizaciones que dieron pie a la historia del mundo antiguo. La navegación marítima fue el elemento que les sirvió de comunicación. El origen de los alimentos que componen este tipo de dieta se remonta al cultivo de los cereales y las legumbres en una amplia región de la zona mediterránea oriental. Los fenicios, los griegos y más tarde los romanos añadieron a estos la producción de la vid y, por lo tanto, la elaboración de vino; así mismo el cultivo del olivo, de cuyo fruto se extrae el aceite, una grasa central de esta dieta. Siglos después, los árabes agregaron elementos propios de su cultura alimentaria; además de una amplia gama de frutas y hortalizas, el empleo de nuevas formas de cocinado.

Dieta mediterránea y salud

La clase de alimentos que se consume en la actualidad se separa cada vez más de los ofrecidos en los mercados y las plazas públicas de la antigüedad. Y una gran parte de los problemas de salud en la sociedad de hoy se derivan del alejamiento gradual de unos patrones basados en la tradición mediterránea. El resultado es un aumento de las enfermedades cardiovasculares y las patologías crónicas. Por otra parte, se extienden hábitos tan perjudiciales como el sedentarismo. 

Para atajar el problema, se debería incrementar el grado de la actividad física, de forma que se integre en las rutinas diarias, como los desplazamientos o el ocio. Del mismo modo, es necesario aumentar el consumo de alimentos de origen vegetal. Entre otros, las hortalizas, las frutas o los cereales, estos últimos en su versión integral, fuente de fibra y nutrientes. Los alimentos de origen animal se han de consumir en raciones moderadas y elegir el pescado antes que la carne. 

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