Fomentar la natalidad a través de una campaña de publicidad es una de las medidas que se preven contra la supuesta crisis demográfica. Se calcula que su coste será de un millón de euros. En la entrada anterior, no faltaban las explicaciones sobre la realidad demográfica de hoy. Se trata de un nuevo escenario a nivel mundial con una estructura de edades muy distinta: en el futuro, habrá menos niños y más mayores. Es un proceso común a todos los países del mundo, que no tiene marcha atrás. Y conviene admitirlo cuanto antes para hacerle frente.

Son argumentos que abren no pocos interrogantes. El primero es si la medida tiene efectividad. ¿Es pertinente? ¿Se deberían adoptar otras acciones? Unos días después, Teresa Castro, que pertenece así mismo al CSIC, aporta nuevos razonamientos ante lComisión Especial sobre la evolución demográfica en España.

Fomentar la natalidad: algunas observaciones

En su intervención, la investigadora lamenta la injerencia en el ámbito demográfico de profesionales ajenos al mismo. Y afirma: los demógrafos no somos pesimistas, sino realistas; la alarma no aporta soluciones, sino falsas expectativas. La experiencia sobre políticas natalistas en distintos países muestra su falta de eficacia. La labor del estado es mejorar las condiciones socioeconómicas para que las parejas puedan cumplir sus deseos reproductivos. Una fecundidad baja, por debajo de sus planes, es un fiel termómetro de que algo falla en la sociedad. Los datos del Eurobarómetro muestran que, tanto en España como en el resto de Europa, la preferencia por dos hijos se ha mantenido estable a lo largo de cinco décadas. No obstante, se topa con grandes barreras.

La gente quiere tener hijos, pero no encuentra el momento. Con frecuencia se achaca a que las mujeres trabajadoras tienen más dificultades. Y podía ser así hace décadas. En este momento, el trabajo femenino ha dejado de ser un obstáculo para convertirse en un requisito. La asociación entre entre ambos factores no es negativa, sino positiva. Las españolas que trabajan duplican en fecundidad a las que no lo hacen. La baja fecundidad tampoco es fruto del tipo de uniones sentimentales. El contexto familiar en el que se tienen los hijos no tiene nada que ver con el de años atrás. Hoy nace el mismo número de niños dentro y fuera del matrimonio. Y estos últimos provienen de parejas de hecho.

Medidas efectivas

Para Castro, los obstáculos que impiden tener hijos están en el mercado de trabajo, en las políticas publicas y en la desigualdad entre hombres y mujeres. Si se está de acuerdo en que hay que aumentar los nacimientos, se debería reducir su coste. Porque este recae en las familias y sobre todo en las mujeres. Un cheque no sirve para fomentar la natalidad. Se precisa una amplia red de escuelas de infancia, que garanticen la atención de los niños de 1 a 3 años. También la protección de los padres y las madres que trabajan. La conciliación familiar no es posible si sale de trabajar a las cinco de la tarde. Vivimos en una economía cercana a un trabajo de 24 horas, 7 días a la semana y eso es inevitable. Pero la flexibilización de los horarios no lo es.

Por otro lado, la precariedad laboral es muy elevada entre los 30 y los 37 años. Y es a esta edad cuando se toman las decisiones reproductivas: emanciparse, formar una familia, asentarse en el trabajo y fijar una trayectoria laboral. Los adultos jóvenes necesitan ayuda en esta franja de edad o, al menos, disminuir la incertidumbre. Nadie decide tener un hijo en un contexto de precariedad. No es egoísmo, sino responsabilidad. Si uno no se puede sostener a sí mismo, no querrá tener un hijo, afirma rotunda.

En este enlace se puede ver la comparecencia de la investigadora sobre el tema.  

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