El origen del crecimiento demográfico se remonta al final del siglo XVIII en Europa. El desarrollo industrial acarrea una serie de mejoras socioeconómicas que tienen su reflejo en un mayor nivel de salud. El resultado es una merma de las tasas de mortalidad que da lugar de un modo gradual a un incremento de la población. Durante años, se achacó esta circunstancia a los avances sanitarios; sin embargo, el análisis de los registros de natalidad y mortalidad de la época apunta a otras causas. En el libro El crecimiento moderno de la población, Thomas McKeown relaciona el hecho con avances de tipo económico

Los países que primero experimentan el proceso gozan de un índice de industrialización más acusado y, por lo tanto, de un mejor nivel socioeconómico. Los datos provienen en primer lugar de Suecia, cuyo censo de población se remonta al año 1749; le sigue Francia, que a partir de 1800 también cuenta con cifras; en 1938, se suman Inglaterra y Gales. El crecimiento se produce en los países de economías más prósperas; más tarde, se hace extensivo a todo el ámbito occidental. Décadas después se irradia a las regiones en vías de desarrollo industrial. Y, aunque con distinta intensidad, hoy es un escenario común a todo el mundo, tal como señalan los organismos internacionales. 

Un crecimiento demográfico exponencial

A lo largo de la historia, el aumento de la población transcurrió siempre con gran lentitud. Los primeros humanos sobrevivían en grupos muy pequeños gracias a la caza y la recolección. Con el desarrollo de la agricultura y la domesticación de los animales las sociedades humanas se extienden por todo el mundo. Pese a ello, se estima que la población del planeta no fue superior a los 10 millones de individuos.

Se cree que en la población mundial no ascendía a más de 1000 millones de habitantes en 1830. La cifra se duplica en cien años y alcanza los 2000 millones en 1930. En treinta años más se triplica y llega a los 3000 millones en 1960. En los quince siguientes se cuadriplica y se eleva a los 4000 millones en 1975. Doce años más tarde se quintuplica y se sitúa en los 5000 millones en 1987. La población mundial suma los 6000 millones en 1999. Y supera los 7000 en 2012, trece años después. Es decir, en tan solo cincuenta años el planeta incrementó su volumen de habitantes desde los 3000 a los 7000 millones. Pero la dinámica demográfica no se detiene. Y los datos se actualizan en tiempo real en el reloj de la población mundial.

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