Siempre tengo un ángel protector, dice Graciela. Y así parece. Calla el apellido y la fecha de nacimiento; se lo aceptamos. Porque nos interesa saber de su vida, que no ha sido fácil. Y tiene derecho a compartir solo una parte, si así lo quiere. Nació en Tucumán, Argentina; un lugar verde y precioso, al que llaman el jardín de la república, según cuenta. Habla de una niñez feliz, de fiestas familiares en Mendoza, donde sus padres nacieron. 

Su primer traslado de residencia fue a consecuencia del trabajo de estos. Tenía 10 años. Y perdió a los amigos de la infancia. Por otra parte, pasó de un clima tropical a otro similar al de Madrid, donde hoy reside; otro gran choque. Pero lo vivió en positivo. Y es que sabe hacer de la necesidad virtud. En aquella ocasión, le sirvió de ayuda ganar en la escuela un concurso provincial de redacción sobre Domingo Faustino Sarmiento. Yo era una recién llegada y gané a todos los del lugar. Y eso me llenó de orgullo, comenta alegre como una niña.            

Siempre tengo un ángel protector (o quizá más de uno)

Concluyó los estudios entre Argentina y Europa. Psicología y Pedagogía, además de Música. En 1974 dejó el país. El mío no fue un exilio político, sino sentimental; quise romper lazos con una persona a la que amaba. Y no puso tierra por medio, sino toda el agua de un océano. Había obtenido una beca antes y la solicitó de nuevo. Con ella en la mano recaló en España, sin familia ni amigos. Vivió en la habitación de una residencia junto a tres becarias más. Y pasó por la experiencia de compartir el día a día por primera vez. Tras el tiempo de estudio, comenzó a trabajar. Primero fue en tareas administrativas; más tarde, como profesora de música y psicopedagoga en primaria; al final, con mayores.

Pasaron los años. Y llegó el momento de la jubilación. Pero no hubo tal. Las empresas en las que trabajó no habían cotizado el tiempo debido. Y se vio en la vejez sin recursos. Buscó ayuda en los servicios sociales; obtuvo información y contactó con Cáritas y la Cruz Roja. Hoy por hoy, tiene cubiertas las necesidades básicas. En 2024 se cumplen 50 años de su llegada a España. Y Graciela está a punto de lograr su deseo más preciado: un piso tutelado. Se trata de un recurso que ofrece la Comunidad de Madrid a los mayores, en ciertos casos. Es una experiencia similar a la que contamos hace ya tiempo en Hogares Compartidos, pero de titularidad pública. Ella está feliz; una vez más, siente cerca a su ángel protector. Y nos alegramos en el alma.  

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