Un filósofo de verdad no incita sino a descubrir la Filosofía. Y es a lo que Emilio Lledó ha dedicado su vida. Es uno de los grandes. No obstante, él se quita mérito y se define como un profesor. Nació en Salteras, Sevilla, el 5 de noviembre de 1927; estudió en Madrid, en la Universidad Central, que hoy lleva el nombre de Complutense y, tras licenciarse, continuó los estudios en Alemania. Llegó al país sin saber alemán; con muy poco dinero y una pequeña maleta. Pero su curiosidad deslumbró nada menos que a Gadamer, que fue su tutor. Gracias a la ayuda de este, logró una beca y pudo concluir el doctorado.

Entre Alemania y España transcurrió gran parte de su quehacer. Y ambos países le han premiado por la excelencia de su trabajo. El primero, con la Cruz del Mérito y el Premio Alexander Humboldt. El segundo, entre otros, con el Premio Nacional de Literatura, el Premio Nacional de las Letras y el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Es así mismo, miembro de la Real Academia Española; ocupa el sillón de la letra l minúscula.

Plantear preguntas es descubrir la Filosofía

La Filosofía es parte de la cultura desde hace 3000 años. Para Lledó es fruto de la curiosidad y el asombro. Porque el ser humano se pregunta sobre su lugar en la naturaleza; tiene la necesidad de situarse en el mundo, de interpretarlo y modificarlo. Los filósofos griegos fueron los primeros educadores. Y es que arrancaron el conocimiento a la clase noble y lo difundieron. Mostraron que la “areté” o excelencia humana no era un privilegio de la sangre. Se podía aprender y enseñar; es decir, estaba al alcance del ciudadano más común. Y cree que solo hay un modo de lograrla: a través de la educación. Por ello, al igual que Edgar Morin, defiende a ultranza educar en libertad.

A los 96 años, sigue activo a su modo. Ha hecho de la lectura su mayor recreo; el antídoto a la soledad. No le interesa internet, no ve la televisión. Pero lee con pasión. Dice que los libros le enriquecen y le alimentan; le dan esperanza frente a los graves conflictos de hoy. En una entrevista reciente se le puede ver y oír en la biblioteca de su casa. ¡Y es un placer! 

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