¿Qué tienen en común actividad física y cerebro? Pues que se relacionan de un modo muy estrecho. Eso al menos indican todos los estudios hechos en este sentido; en ciertos casos, incluso, se ha demostrado que su eficacia supera a la de la medicación. La actividad física es buena para la salud del organismo y, por tanto, lo es así mismo para la salud del sistema nervioso. Y una de las áreas donde más se investigan sus bondades es en la del funcionamiento cognitivo. Según los expertos, el beneficio se subordina a la dosis que se emplea; es decir, una buena forma física otorga mayor protección frente al riesgo de deterioro psíquico.

Pero no son solo las personas sanas las que se benefician de sus efectos. También ayuda a quienes ya sufren algún detrimento a nivel neuronal, pues la actividad física es capaz de moderar su avance. Su eficacia es más acusada que la de cualquier otro tipo de intervención cognitiva; como pueden ser, por ejemplo, los talleres de memoria para mayores. 

Actividad física y cerebro: grandes aliados

La razón por la cual moverse es bueno para el cerebro no está del todo clara. Algunos estudios lo atribuyen a la neurogénesis o formación de nuevas neuronas; otros, indican que se debe al desarrollo de sinapsis o conexiones; aunque no faltan los que achacan el resultado al aumento del flujo sanguíneo en el cerebro. En estudios con niños, se ha comprobado que el ejercicio físico incrementa la cantidad de materia gris del cerebro; sobre todo, en regiones que son asiento de la memoria y el aprendizaje, como el hipocampo. En cualquier caso, con independencia de que aumente o no el número de neuronas, las sinapsis o el flujo sanguíneo, no hay duda de que la actividad física logra mejorar el funcionamiento del cerebro.

Un artículo reciente defiende que la respuesta se encuentra en nuestra historia evolutiva. Somos el fruto de millones de años de cambios que configuraron nuestro cerebro tal como es hoy. Y en un entorno ambiental muy diferente al actual. La neurociencia se emplea a fondo en descubrir las claves de nuestro pasado y su relación con el presente. Y surge la pregunta. ¿Es posible que el deterioro del cerebro en la vejez se deba a que cada vez somos más sedentarios? A la vista de los actuales estilos de vida no parece infundada. Se puede ver aquí.

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