El desfile del orgullo rememora el 28 de junio de 1969. Se trata de una fecha señalada en cuanto a la defensa de la diversidad sexual. La madrugada de ese día, en un barrio de Nueva York, la policía hizo una agresiva redada en un local de ambiente homosexual. Las personas allí presentes decidieron defender sus derechos. Se opusieron al abuso y hubo graves enfrentamientos. Debido al nombre del recinto, se conocen como los disturbios de Stonewall.

El incidente fue el inicio de nuevas reivindicaciones. Y la revuelta se extendió pronto a otras ciudades. Un año después tuvo lugar la primera conmemoración de un movimiento que fue en ascenso. Quienes hoy rechazan someterse a una identidad sexual concreta se agrupan bajo las siglas LGBTI, LGBTIQ o LGTB+ y los colores de la bandera arcoíris.

A lo largo del tiempo, las personas que no se acomodaban al comportamiento sexual predominante han sido censuradas e, incluso, sancionadas con multas y penas de cárcel. Estas conductas aún se penalizan con graves castigos legales en muchos lugares del mundo. La propia OMS, hasta el año 1990, incluía la homosexualidad en la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades. La supuesta curación del mal se obtenía con terapias no solo carentes de evidencia por parte de la ciencia, también de ningún tipo de criterio ético. Por fortuna, esta inhumana perspectiva se encuentra en franco retroceso. Y solo desde posiciones ideológicas extremas se niegan los derechos de estas personas.

También las personas mayores celebran el desfile del orgullo

Las personas mayores LGBTI padecieron en su juventud la incomprensión y el rechazo. La sociedad de su tiempo imponía rigurosos cánones afectivo-sexuales. Y muchos decidieron ocultar su identidad en un entorno hostil; otros, optaron por defender sus derechos y soportar agresiones y violencia. Gracias a su actitud hoy se celebra el desfile del orgullo.

Pero aún queda mucho por recorrer en este sentido. Cuando las personas englobadas en el colectivo LGTBI llegan a la vejez y necesitan cuidados de larga duración se topan con grandes dificultades. Los centros geriátricos que pueden acogerlas no están preparados para ofrecer una atención de sus características. Como muestra el enlace, se trata de un problema en aumento, al que la sociedad ha de dar respuesta. Y es deseable que sea cuanto antes. Así lo merecen los derechos de las personas sin discriminación por su orientación afectivo-sexual. 

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