Un buen taller de memoria es el que mejora el estado de la mente. Es un hecho que la edad juega en contra de su rendimiento. Los olvidos son más frecuentes y cuesta recordar nombres, lugares o sucesos recientes. Por el contrario, no es difícil recordar lo más lejano en el tiempo. Eso no indica que se tenga una memoria excelente, solo es el reflejo del modo en que funciona en la vejez. Y es que la memoria a largo plazo no se resiente; sin embargo, sí que lo hace la memoria operativa o de trabajo. Y esta es la que conviene estimular día a día, ya que con la edad flaquea.  

A medida que se cumplen años se evocan bien los recuerdos del pasado, sobre todo si conllevan un cierto tinte emocional. Sin embargo, es muy probable no saber qué se cenó la noche de ayer. Y, una vez visto el problema, hay que buscar solución. Los talleres de memoria son un gran apoyo. De ahí que entre los mayores no deje de crecer su aceptación. Pero aún se puede hacer más. Y, en este sentido, no hay nada mejor que el ejercicio físico.

Moverse es un buen taller de memoria

El ejercicio físico cuida del cerebro. Porque no es un órgano rígido, sino dinámico. Y se adapta a los retos. Con la actividad recibe más sangre, se oxigena y genera sustancias que lo protegen del daño. De ahí la importancia de huir del sedentarismo. Mover el cuerpo nos hace sentir bien. Y no solo a nivel físico, también mental. Las ventajas no son pocas. Entre otras, que la concentración y la memoria se potencian, que la información se procesa más rápido y que la eficacia del intelecto crece. Por lo tanto, manos a la obra. Hay que moverse todo lo posible con el fin de mejorar el funcionamiento de la memoria.   

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