Las causas profundas de la mala salud de la población se señalan en un informe reciente de la OMS. Las razones se deben a factores ajenas a la misma; entre otros, a la falta de acceso a la educación, a una vivienda o a unas condiciones de trabajo dignas. Se trata, una vez más, de los llamados determinantes sociales de la salud. Porque el grado o nivel de salud de una población tiene más que ver con cuestiones socioeconómicas que con los genes o con aspectos médicos propiamente dichos.

Uno de los medios más claros de medir la situación de la salud de una región es la esperanza de vida. El informe lo ilustra bien. La diferencia de unos países a otros llega hasta los 33 años. Incluso, dentro de un mismo país, la desigualdad es patente en función del grupo socioeconómico al que se pertenece. Y ahí reside el origen del problema. La salud empeora cuanto más desfavorecida es la zona donde se vive. Los años de formación son escasos, los ingresos se reducen y la esperanza de vida es menor; es decir, la falta de justicia social impide la equidad en salud: un bien esencial.  

Atajar las causas profundas de la mala salud

El anterior informe de la OMS vio la luz en el año 2008. Y se fijaron objetivos para 2040 con el fin de reducir las diferencias entre países. Sin embargo, el informe de 2025 pone de relieve que es muy probable que los objetivos no se cumplan. Las dificultades para lograrlo no hacen sino crecer.  

La OMS llama a la acción: hay que romper el círculo. El primer paso es abordar la desigualdad económica e invertir en infraestructuras y servicios públicos universales. Pero no es el único; hay más, todos de gran calado. Los problemas son muchos y complejos. No obstante, sería un error considerar que la solución depende en exclusiva de gobiernos y responsables políticos a cualquier nivel. Conseguirlo es responsabilidad de todos. Porque, en gran medida, la sociedad marca la orientación de aquellos. 

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