El deterioro cognitivo leve (DCL) y su prevención son un gran reto para la salud pública, ya que el número de demencias se incrementa. Las consecuencias son graves, tanto a nivel personal y familiar como socioeconómico. La línea que separa el DCL de la demencia no está del todo clara. Y sigue en pie la controversia sobre si se trata de la antesala de esta o son patologías distintas. De lo que hoy no cabe duda es de que el DCL no es un proceso asociado a la edad. El concepto demencia senil se dejó de usar, por inexacto. Y debería ser ya parte del pasado. 

La vejez no va unida a la demencia. Pero es un hecho que se ignora. Y lo pone de relieve una encuesta reciente. La demencia preocupa al 80% de los preguntados, lo que es de aplaudir. La parte negativa es que casi el 60% la relaciona con la vejez. Y el 25% piensa que no se puede prevenir. Aún más grave es que, cuando se pregunta a los profesionales de la salud si la demencia es parte del envejecimiento normal, el 62% contesta que sí. Es decir, que la preocupación social por esta patología es grande, pero el desconocimiento de sus características lo es más.        

El factor clave del deterioro cognitivo leve

A la vista de los datos, hay que insistir en la eficacia de la prevención. En 2019, la OMS dispuso una serie de directrices al respecto. Y es que hay factores de riesgo del DCL y la demencia que se pueden evitar. El primordial es mantener un estilo de vida saludable. Entre otras medidas, con una dieta sana que evite el sobrepeso; sin tabaco, ni alcohol, pues no existe un nivel de consumo seguro; con control de la tensión arterial y del grado de audición. Y todo ello sin olvidar el ejercicio mental y, cómo no, la relación con los demás. 

La actividad física merece una referencia por sí misma, ya que es un factor clave. Uno de sus efectos más destacados es la producción del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés). Su papel es decisivo. Y aunque no se conoce a fondo el modo en que funciona, sí hay evidencias de su beneficio. Y lo mejor de todo: nunca es tarde para dejar de ser sedentario. Son muchos los estudios que indican que el provecho de la actividad física se produce a lo largo de toda la vida. Así que, manos a la obra.    

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