La vejez en soledad es un hecho cada vez más frecuente en nuestro medio. El diccionario de la lengua española la define como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Más allá de su condición, que bien sea elegida o forzada, su importancia reside en el sentimiento que despierta. Estar solo es una realidad objetiva que puede obedecer a una elección de la persona; por el contrario, sentirse solo es una experiencia negativa que aparece pese a estar en compañía y entraña miedo, inquietud o tristeza. Según María Teresa Bazo “puede que la peor soledad sea la que se experimenta en compañía”. La socióloga, una gran experta en envejecimiento, afirma que las personas que se sienten más solas son las que, además, se sienten más enfermas.

Las personas mayores crecieron bajo unos patrones de convivencia familiar muy distintos a los de hoy. La existencia de familias extensas bajo un mismo techo era habitual hasta hace unas pocas décadas. Por el contrario, la dinámica demográfica vigente ha reducido el volumen de personas que viven juntas en la actualidad. Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2015, el numero de hogares en España ascendía a 18.346.200. De ellos, el 25,0% lo formaba un solo miembro; el 30,6%, dos; el 21,0%, tres; el 17,7%, cuatro y solo un 5,8% estaba compuesto por cinco o más. 

Combatir la vejez en soledad

La soledad no entiende de edades ni clases sociales, pero en la vejez adquiere especial relevancia. Y es que se convierte en una de las principales preocupaciones de esta etapa. Los factores que contribuyen a que una persona viva sola son muy heterogéneos; el desarraigo social o la carencia de redes de apoyo son ejemplos muy comunes. En 2015, en España vivían solas 1.859.800 personas mayores de 65 años (1.356.300 mujeres y 503.500 hombres). Es una cifra elevada que no en todos los casos responde a una opción voluntaria.

La pérdida de autonomía marca en este sentido un antes y un después a la hora de establecer necesidades. La dependencia es un factor de riesgo que amenaza la calidad de vida en la vejez. Su existencia por lo tanto requiere una pronta detección. Es necesario avanzar en medidas de protección sociosanitaria que, más allá de las familiares, salvaguarden la vulnerabilidad. Evitar la soledad al final de la vida es una responsabilidad de toda la sociedad, pero deben atenderla en especial las políticas públicas que se orientan al cuidado de los mayores.

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