No es posible entender cómo nos adaptamos al entorno sin el apoyo de la memoria. El profesor José María Ruiz Vargas afirma que la memoria dota a los individuos del conocimiento necesario para guiar su conducta, independientemente de la complejidad de la situación. Y es que, a lo largo de millones de años, la vida se ha desarrollado en un ambiente plagado de cambios, con alteraciones y mudanzas de riesgos imprevistos. De lo contrario, el recuerdo no sería necesario y el sistema que sustenta la memoria resultaría inútil. 

Sin embargo, es primordial contar con mecanismos que aseguren la supervivencia. Y la evolución ha dotado a los seres vivos de un eficaz dispositivo. Lo llamamos memoria y es la base adaptativa que permite afrontar los retos del ambiente. Recordemos que la memoria se define como la capacidad mental de codificar, almacenar y recuperar información, ya sean experiencias, ideas o sentimientos.

El cerebro marca cómo nos adaptamos al entorno

Por supuesto, la disposición de la memoria no es la misma en la extensa gama de organismos vivos. Las bacterias son capaces de almacenar y transmitir información sobre el medio pese a carecer de sistema nervioso; el diminuto cerebro de las hormigas les facilita recordar los olores y localizaciones de su sustento; los ratones reconocen texturas con sus bigotes, memorizan itinerarios en laberintos y tienen una extraordinaria capacidad de aprendizaje. Y, aunque las referencias a ellos son más escasas, no hay duda de las capacidades cognitivas de los peces.

A la par que aumenta el tamaño del cerebro lo hace asimismo la configuración de la memoria. Así, los chimpancés poseen una excelente memoria fotográfica. No menos ponderada es la del elefante ante el recuerdo de rutas migratorias y localizaciones de agua. Y qué decir de los delfines, con una rica vida social y su alto potencial para almacenar información durante años. En la cumbre de esa complejidad estamos nosotros, los humanos, con un gran dominio de la retentiva, pese a que, si son frecuentes, nos lamentemos de los fallos de memoria que suelen acompañar al proceso de envejecimiento.

 

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