El funcionamiento de la memoria es un proceso muy complejo en el que se suceden tres etapas. Se conocen con el nombre de fases de la memoria y juntas garantizan la eficacia de su ejercicio. 

La primera es la fase de registro, donde intervienen competencias como la percepción sensorial, la atención y la concentración. Se pone en marcha en el momento en que un estímulo llega al cerebro a través de los sentidos y este lo procesa y verifica. La segunda, la fase de codificación, se inicia cuando la información se almacena y plasma su huella en la red neuronal. Participan en ella diversos mecanismos de control; entre otros, la visualización, la asociación, la organización o agrupamiento, los conocimientos previos, la repetición y las reglas mnemotécnicas. La última es la fase de recuperación. Es el tercer paso y se produce al recuperar la huella ya grabada. La evocación, las referencias de tiempo y espacio, los indicios y el contexto son algunos de los aspectos que entran en juego aquí. Como se puede comprobar, se trata de un proceso de gran coordinación.  

 Un ejemplo del funcionamiento de la memoria 

El modo en que se desarrollan las fases de la memoria se ilustra bien con un caso de todos conocido. No es otro que el periodo de la infancia en el cual se aprenden las tablas de multiplicar. Parece fácil, pero no lo es; exige un trabajo intenso. Aprender a multiplicar solo es posible con una dedicación extrema y continua. Y, por supuesto, grandes dosis de atención y concentración. Hay que repetir una y otra vez hasta lograr el resultado esperado; a saber: el dominio de la multiplicación desde el dos hasta el diez. El comienzo no supone un gran problema; aunque poco a poco la dificultad va en aumento. El seis, el siete, el ocho y el nueve cuestan cada vez más. La tarea es dura. El diez ya es sencillo; sobre todo, al compararlo con el tesón que requirió lo anterior.

Pues bien, ahí se ven las tres fases de la memoria. La primera, el registro, es la visión de la tabla, repleta de números. La segunda, la codificación, pasa por repetir un sin fin de veces: las que sea preciso. Es la fórmula que graba en el cerebro la huella de los resultados. No hay atajos. Cuando se asienta, la recuperación de los datos por fin se lleva a cabo sin esfuerzo. Hoy los métodos de aprendizaje no son tan duros como antaño. Se conoce mejor el funcionamiento del cerebro. Y se aprovecha esa comprensión para mejorar la enseñanza. Sin embargo, lo que no ha variado es el empeño que han de poner los niños y niñas a la hora de grabar en la memoria las tablas.  

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