Envejecer activos es una propuesta de la OMS para afrontar con éxito el envejecimiento de la población en el siglo XXI. Su desarrollo se recoge en el documento Envejecimiento activo: un marco político, que se presentó en la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, celebrada en Madrid en 2002. Se trata de un concepto que sustituye al de envejecimiento saludable y que subraya los diversos factores que, junto a la salud, intervienen en el modo de envejecer.

Para que los mayores puedan envejecer activos hay que dar relevancia a las relaciones familiares y al apoyo entre las generaciones. Es una perspectiva que fortalece el concepto una sociedad para todas las edades. El lema se utilizó por vez primera en 1999, declarado por la ONU Año Internacional de las Personas Mayores. Desde entonces, en homenaje a este grupo de edad se celebra cada año el 1º de octubre. A los mayores se les suele considerar como seres que aportan muy poco a la sociedad; por el contrario, la realidad es bien distinta. Son personas que a menudo contribuyen al sostenimiento familiar y social con gran esfuerzo y dedicación. Por tanto, impulsar medidas en su beneficio es una obligación tanto de los gobiernos como del conjunto de la sociedad.

Envejecer activos: al alcance de todos

El aumento de la esperanza de vida es una gran conquista social; no obstante, se esgrimen en su contra diferentes argumentos. Uno de los más habituales es culpar a la vejez del aumento del gasto sanitario. Sin embargo, más de una vez se ha puesto de relieve que el problema no es de la vejez en sí misma. Reside más bien en la mala salud y la discapacidad que provocan las enfermedades crónicas, que se derivan de estilos de vida no saludables. En consecuencia, las medidas a tomar se han de orientar a reducir su prevalencia. Y, de ese modo, el envejecimiento activo estará al alcance de todos los mayores. 

En contra de lo que se suele suponer, son muy numerosos los estudios que ponen de relieve que el gasto asistencial no se debe al envejecimiento, sino a las prestaciones sanitarias, que cada vez son más costosas. La innovación tecnológica, las pruebas diagnósticas complejas y los fármacos de última generación son los responsables del incremento de los costes. Pero atajar esa vertiente no es fácil. Hoy por hoy, no parece ser una prioridad de las políticas de salud que rigen en los países con economías más prósperas.  

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