Los fallos de memoria preocupan siempre a quien los sufre, sobre todo si acarrean consecuencias negativas de cierta importancia. No obstante, la preocupación suele ser inversamente proporcional a la edad de quien los padece.
La reacción más usual ante el olvido de una persona joven es bromear sobre los efectos de una vejez precoz; no en vano, relacionar la mala memoria con el envejecimiento es uno de los estereotipos más extendidos que existen. Por el contrario, a medida que se eleva la edad, la intensidad de la preocupación aumenta. En este caso, el olvido se asocia con algún tipo de patología. Alrededor del 40% de los mayores de 60 años refiere problemas de memoria, si bien no afectan a la vida diaria. Únicamente entre un 5 y un 10 por ciento de los mayores de 65 años padece algún tipo de daño, cifra que se eleva al 30 por ciento después de los 80 años. Si se examina en sentido contrario, las cifras indican que un 70% de la población mayor no lo sufrirá nunca.
Cómo afrontar los fallos de memoria
La mayoría de los fallos de memoria tienen un carácter benigno. Forman parte del proceso de envejecimiento y el declive orgánico que acompaña esta etapa. Su aparición está determinada tanto por factores genéticos como medioambientales, aunque el peso de los segundos supera al de los primeros. Como en el caso de otras muchas patologías, los estilos de vida juegan un papel primordial en este sentido.
Mantener una buena salud es fundamental para aminorar la velocidad del reloj biológico en la vejez. La alimentación saludable, la actividad física y el disfrute de relaciones sociales satisfactorias son requisitos indispensables. Del mismo modo, es recomendable ejercitar la mente de manera habitual. En la mayoría de las dificultades con la memoria, la responsable es la capacidad de atención. Los ejercicios de memoria para mayores la ejercitan pues es una facultad esencial para reducir los fallos. Este enlace ofrece interesantes consejos para mantener la memoria en buena forma.
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