Identificar vejez y pérdidas es frecuente, a pesar de que no es un enfoque adecuado ni exacto. Hace años que investigaciones como el Estudio Longitudinal de Seattle o el Estudio de Baltimore pusieron de relieve lo erróneo de tal planteamiento. Ambos muestran que en la evolución del envejecimiento intervienen factores de muy diverso signo. Sin embargo, un cambio radical de orientación vino de la mano de la Psicología Evolutiva. Su impulsor fue el alemán Paul B. Baltes y se denominó la perspectiva del ciclo vital.
Vejez y pérdidas: un punto de vista reducido
El enfoque es un cambio de calado con respecto a la noción de desarrollo. Hasta entonces, se suponía que este era exclusivo de las primeras etapas de la vida. Al equiparar desarrollo y crecimiento, se creyó que el primero concluía en la etapa adulta. Por el contrario, la perspectiva del ciclo vital muestra que el desarrollo es un proceso de cambio que permanece siempre activo. La madurez, y por supuesto la vejez, son así mismo etapas propicias al desarrollo de la persona.
El desarrollo implica un aumento o refuerzo en el orden físico, intelectual o moral. Y cumplir años no impide alcanzar nuevas metas u objetivos. Por otra parte, el desarrollo humano tiene un carácter complejo, ya que difiere según el contexto biográfico y sociocultural. Según Baltes, el pasado y el presente son el prólogo del futuro. Y cada individuo tiene distintas características en función de su propia historia.
Desde la perspectiva del ciclo vital, la biología y la cultura condicionan el resultado de un patrón evolutivo. Y es que el contexto sociocultural puede paliar en gran medida la fragilidad en la vejez. El cuidado de la salud, junto a los mecanismos de protección social, contribuyen a compensar el declive que acompaña al envejecimiento. Y son apoyos que permiten que esta etapa evolucione favorablemente. Estamos de enhorabuena: hoy la vejez no tiene por qué ir vinculada a la noción de pérdida.
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