Los enigmas del cerebro se desentrañan de un modo gradual. Son muchas las vertientes de su funcionamiento que aún están por descubrir, dada la complejidad de este órgano. Pero la investigación no cesa. Y sus secretos salen a la luz. El último de ellos ha merecido el Premio Nobel de Medicina, según se dio a conocer del 3 de octubre. El galardón recae en una investigación sobre el funcionamiento sensorial y tiene un carácter muy novedoso. Porque mientras que la vista y el oído son dos sentidos muy estudiados, no ocurre lo mismo con el tacto. Y con él se relaciona el estudio premiado.
Descubrir los enigmas del cerebro
Los ganadores han descubierto los receptores de la temperatura y el tacto. El calor, el frío o la presión generan impulsos nerviosos que llegan al cerebro. Gracias a ello se percibe el mundo que nos rodea y nos podemos adaptar a él. Son un conjunto de proteínas bautizadas con el nombre de Piezo1 y Piezo2. Regulan el tacto en la piel, pero también los órganos internos, la respiración, la presión arterial y el control de la orina en la vejiga. Es decir, se relacionan con la propiocepción, que es la conciencia del propio cuerpo. En realidad, se trata de una especie de sexto sentido que permite, por ejemplo, tocarse la nariz con los ojos cerrados o caminar sin mirar al suelo.
A la vez, tienen que ver con el dolor, ya que este comienza en los receptores de los sentidos. Tocar un objeto que quema desencadena una sensación de dolor que lleva a apartar la mano. Eso es útil, porque evita un daño. Por el contrario, el dolor crónico no es de utilidad y se busca la forma de eliminarlo en quienes lo padecen. En este sentido el trabajo de los premiados es de un gran valor. Y es que abre la puerta al desarrollo de tratamientos que permitan reducir el problema que supone el dolor en las personas que lo sufren día a día.
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