Que la sexualidad no tiene edad es un hecho que confirma la investigación una y otra vez. Y es que la condición sexual es parte de la identidad de la persona a lo largo de la vida. Nacemos seres sexuados y morimos como tales. No hay etapa vital sin sexualidad; cambia su modo de expresión. En España, no se ha hablado de ello en público hasta fechas recientes. Las generaciones de mayor edad carecieron de cualquier tipo de educación con respecto al sexo. Era algo oculto en la parte más íntima de cada cual; en todo caso, las referencias apuntaban a la moral religiosa o al aspecto sanitario o de higiene.
Pero el enfoque se ha transformado. Y mucho. El conocimiento de la sexualidad es hoy un objetivo más de la Pedagogía y se aborda a edades muy tempranas desde la Educación para la Salud. En el año 2014, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicó Los españoles y la sexualidad en el siglo XXI. Los datos mostraban que el sexo había dejado de ser invisible. El 81% de la población no lo consideraba un tabú; un porcentaje aún mayor, el 88%, admitía pautas sexuales antes inimaginables.
Aunque se oculte, la sexualidad no tiene edad
No hay duda de que impera una actitud más permisiva que en el pasado. Pero la sociedad rechaza el afecto sexual en la edad avanzada. Se considera fruto de una conducta impropia. A veces, casi siempre en casos de un alto status, se tolera la sexualidad del hombre; por el contrario, el mandato social es muy rígido si se trata de la mujer. Pero, como muchos otros atributos, la sexualidad no desaparece con el paso de los años. El proceso de envejecimiento la transforma, lo que no implica su cese. Negar una faceta tan esencial lleva a que el sexo en la vejez se viva con un sentimiento de vergüenza y culpa.
A veces, los propios hijos no aceptan que madres o padres viudos se vinculen a otra persona; menos aún, sin lazos de matrimonio. Y resulta paradójico que se reprima las relaciones sexuales de los padres mientras se permiten las de los hijos, incluso de los muy jóvenes. Los años no han de ser una barrera a la estima y al amor. El deseo y la atracción nos impulsan a compartir afectos y crear vínculos. Por otra parte, conviene recordar que la sexualidad se puede vivir de un modo individual o bien en pareja, heterosexual o no. Incluso, hay quien renuncia a ella. No hay problema alguno. Lo que debe marcar la regla es la libertad de elección de la persona.
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