El cerebro de Einstein fue robado a su muerte. La historia, más que un hecho real, parece propia de una novela, pero es del todo cierta. Albert Einstein es uno de los científicos más admirados de todos los tiempos. Su mente era prodigiosa. Entender a fondo la Teoría de la Relatividad está al alcance de pocos. Sin embargo, ¿quién no la ha oído citar en más de una ocasión? A pesar de ello, su comprensión es más compleja de lo que indica la frase «todo es relativo».
Einstein murió el 18 de abril de 1955, a los 76 años. La causa de su muerte fue la rotura de un aneurista de la aorta a nivel abdominal. Al parecer, él quería ser incinerado. Pero la casualidad quiso que el médico encargado de la autopsia fuera un gran admirador suyo. Y no se hizo así. Aprovechó la ocasión que se le presentaba. Extrajo el cerebro del genio y lo fotografió. Y, sin decir nada a nadie, lo guardó en frascos con formol. El desenlace del caso se puede leer aquí.
Características del cerebro de Einstein
¿Por qué fue tan especial la mente de Einstein? ¿Qué le hizo aportar tanto a la ciencia? Pues, en principio, el cerebro del físico no llama la atención por su gran tamaño. Su peso, 1230 gramos, es incluso un poquito menor que la media. Su composición, por el contrario, sí lo hace. En determinas zonas, la densidad de neuronas es muy alta; al igual que la proporción de neuroglía, que es el tejido que las sostiene. Su morfología también es poco usual. Y la corteza cerebral es asimismo un tanto atípica.
Queda por dilucidar si estas diferencias son la causa o la consecuencia de la inteligencia del sabio. Hoy por hoy, no es posible saberlo. El cerebro se caracteriza por su gran plasticidad. Y lo más probable es que los dos aspectos medien en la tarea. Un cerebro bien dotado inclina a la genialidad; al mismo tiempo, el uso de ese caudal lo enriquece. Y, por otra parte, ni el mejor de los cerebros es capaz de desplegar sus capacidades, por muy nobles que sean, sin condiciones para su desarrollo. ¡Ni tan siquiera el cerebro de Einstein!
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