La capacidad de atención se resiente con la edad y muchas de las dificultades de la memoria en la vejez tienen su origen en esta circunstancia. No en vano, se considera que la atención es la puerta de entrada de la memoria. Se trata de una función que antecede a procesos mentales como la percepción, el razonamiento o la propia memoria. Y de ahí se deriva la trascendencia de su cometido. La atención es la disposición que permite tener en cuenta un hecho o cuestión dada. Es un mecanismo de gran complejidad que selecciona y dirige la actividad de la mente. No tiene un carácter único, ya que se divide en cuatro modalidades. Y en respuesta a la tarea que se realiza se produce la intervención de cada una de ellas.
La primera se conoce con el nombre de atención selectiva. Actúa como un filtro de la información; opta por un estímulo e inhibe el resto. La segunda es la atención focalizada, que centra el interés en el objeto seleccionado. La tercera es la atención sostenida. Su misión es mantener la anterior a lo largo del tiempo a fin de dar una respuesta. En cuarto lugar, está la denominada atención dividida, que entra en juego al efectuar más de una tarea a la vez. Una condición previa para la puesta en marcha de la atención es el estado de alerta. En inglés se llama aurosal e implica la activación del cerebro ante un estímulo, bien sea de naturaleza visual, auditiva o táctil.
Cómo favorecer la capacidad de atención
La atención decae a medida que se cumplen años. Y eso es fuente de dificultades. Se impone por lo tanto atender más y mejor. Multitud de actos cotidianos se llevan a cabo de un modo automático, sin pensar. Esa es la razón por la que encontrar objetos de uso común se convierte a veces en un quebradero de cabeza. La frase «un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio» es una regla de oro muy útil. Dejar las llaves en cualquier sitio es un error. Lo mismo ocurre con el móvil o con las gafas. Cada objeto ha de tener un lugar propio. Es un hábito que, aunque cueste, merece la pena lograr. Y es que, si la memoria es frágil, el orden es un gran aliado.
Hay que huir de los automatismos. Un caso similar al anterior es no recordar el nombre de quien nos han presentado recientemente. Lo más probable es que detrás del olvido esté la falta de atención. Una buena estrategia es relacionar a la persona que nos presentan con otra, conocida, del mismo nombre. Pensar, se llama Rosa, por ejemplo, igual que mi hermana, mi prima o mi amiga; es decir, alguien que nos resulte familiar. Es un acto muy sencillo que, a cambio, facilita que el nombre se grabe en la memoria. De esta forma, recordarlo después no nos pondrá en un aprieto. Para que la memoria no falle, la atención ha de ser más activa.
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