Cuidar sin sujeciones es un reto pendiente en la asistencia a los mayores. La dependencia entraña una mayor necesidad de cuidados, que crece si se suman problemas como la hiperactividad, la dificultad de movimiento o el deterioro cognitivo grave. En estas circunstancias, aumenta el riesgo de caídas y accidentes y recurrir a la sujeción es muy común. Se apela a la seguridad y al daño que provoca su falta en tales casos. Sin embargo, es un enfoque erróneo, con tintes paternalistas. Y es que, con el fin de prevenir una posible lesión, se recurre en exceso a su uso. Se trata de una medida controvertida y que tiene una gran repercusión a nivel individual, sociosanitario, ético y jurídico.
La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología elaboró en 2014 un documento de consenso al respecto. Pero, pese las normas y protocolos que intentan racionalizar el uso, no hay un único marco regulador. Por desgracia, las sujeciones se emplean a veces con fines ajenos a la protección. Y un ejemplo de uso inapropiado es el de compensar la escasez de cuidadores. Por otra parte, hay estudios que muestran que las sujeciones no solo no reducen el problema que pretenden evitar, sino que agravan sus efectos perjudiciales.
La práctica diaria de cuidar sin sujeciones
El libro «Cuidar. Una revolución en el cuidado de las personas» aborda la cuestión. La autora, Ana Urrutia, es la presidenta de la Fundación Cuidados Dignos: una institución que aboga con empeño por eliminar las sujeciones. El desacuerdo de la geriatra con el uso del procedimiento partió de una experiencia personal. Dirigía la residencia geriátrica donde ingresó la madre de un compañero que trabajaba en Inglaterra. Cuando la visitó, se sorprendió al verla inmovilizada; no conocía nada similar y manifestó su malestar por el hecho.
Urrutia vivió el episodio con contrariedad y dudas. No obstante, inició una intensa búsqueda de información. Y quiso entender las razones del uso masivo de sujeciones en España. Descubrió que la medida no se da en otros países: carece de base terapéutica, es inhumana y socava la dignidad. Hoy acepta de pleno que se puede cuidar sin sujeciones. Además de la exposición de distintos casos, el libro aboga por que el eje de los cuidados sea una atención centrada en las personas.
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