El número de demencias se incrementa a medida que avanza el siglo XXI. Y frenar su incidencia se ha convertido en un reto para la salud pública. Se calcula que unos 50 millones de personas sufren hoy algún tipo de demencia en el mundo. Cada año se diagnostican 10 millones de nuevos casos; además, las previsiones advierten de que la cifra se triplicará en 2050. Por esta razón, se deben articular medidas orientadas a reducir su peso. Y es urgente hacerlo. Pero ello pasa por concienciar a la población, en primer lugar, de la gravedad del problema; en segundo, de que la situación se puede atajar mediante el control de los factores de riesgo que la provocan.

La demencia es una enfermedad que tiene un enorme impacto social. No solo afecta a quien la sufre, también a sus cuidadores, a las familias y a la sociedad en su conjunto. En el momento actual, es una de las principales causas de discapacidad en los mayores. Entre un 5% y un 8% de las personas de 60 años o más padece demencia. La enfermedad de alzheimer es una de las formas más comunes; a ella se deben entre un 60 y un 70% de los casos. La edad es el principal factor de riesgo conocido de sufrir un deterioro cognitivo. Sin embargo, la OMS asegura que la demencia no es una consecuencia natural del envejecimiento; el deterioro que produce es superior al esperado en un envejecimiento normal.

El número de demencias se incrementa ¿qué hacer?

Las investigaciones más recientes ponen de manifiesto que los trastornos de salud se asocian con una posibilidad mayor de sufrir demencia. Según la OMS, los estudios indican sin género de duda que «lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro». La afirmación pone de relieve, una vez más, el papel que desempeñan los estilos de vida en el estado de salud de las personas. Para la demencia no existe cura; ningún tratamiento puede hacerla desaparecer. Pero lo que sí se puede hacer es prevenirla. Y, en este sentido, es fundamental el mantenimiento de unos hábitos sanos. El tabaco, el sedentarismo, la mala alimentación y el alcohol son, entre otros, factores de riesgo que menoscaban la salud. Y no solo a nivel físico, también psíquico. Una razón de peso más para adoptar comportamientos saludables no solo en la vejez, sino a lo largo de la vida.

 

 

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