La 1ª Conferencia Mundial sobre la Promoción de la Salud se celebró en Ottawa (Canadá) en 1986. Su objetivo era fijar las prioridades que el Informe Lalonde había puesto de manifiesto. Gracias a la mejora de las condiciones de vida de la población, las enfermedades transmisibles se habían reducido a principios del siglo XX. Sin embargo, tan solo unas décadas después, los problemas medioambientales y los estilos de vida provocaban nuevos males. Las enfermedades crónicas y las degenerativas habían sustituido a las transmisibles. Y era preciso reducir las altas tasas de morbilidad y mortalidad que originaban.
El resultado de la conferencia se refleja en la Carta de Ottawa. La Promoción de la Salud se define como el proceso que permite a las personas incrementar el control sobre los determinantes de la salud para mejorarla. Con ello, la noción de salud se transforma. Por un lado, porque el peso de sus componentes le otorga el carácter social del que carecía; por otro, porque pasa a ser considerada como un medio para alcanzar un fin y no como un bien absoluto. Y, así, se señala que la salud es un recurso que permite a las personas llevar una vida productiva a nivel individual, social y económico.
El desarrollo de la Promoción de la Salud
El reconocimiento de la dimensión social de la salud supone un cambio de orientación en cuanto a su atención. Hasta entonces, los sistemas sanitarios priorizaban la vertiente asistencial, donde su principal cometido es la curación de la enfermedad. Por el contrario, la Carta de Ottawa subraya la influencia que ejercen sobre la salud el medio ambiente y los estilos de vida. Y es que no hay duda de que son dos factores que la condicionan; en consecuencia, pone el énfasis en apoyar los agentes que favorecen la salud. A partir de este hecho, la Promoción de la Salud se vincula a la creación de nuevas estrategias en el marco de la Salud Comunitaria.
Las enfermedades cardiacas y respiratorias, la diabetes, el cáncer o los problemas de salud mental se asocian en gran medida con los estilos de vida. Son patologías de alta prevalencia en la edad adulta y en la vejez. Y reducir su número es todo un reto. Para lograrlo es necesaria la acción de la comunidad. Resolver la mayor parte de los problemas de salud precisa que los ciudadanos se impliquen en el cambio de orientación que marca la Carta de Ottawa. A ellos incube el establecimiento de prioridades, la adopción de decisiones y la implantación de estrategias de participación. Solo así se podrán solventar los problemas de salud que aquejan a la sociedad del siglo XXI. Pero no parece una tarea fácil; hoy por hoy, el reto de transformar el cuidado de la salud sigue pendiente.
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