La pandemia por la Covid-19 ha hecho de ella una científica muy popular. ¿Quién no ha visto a Margarita del Val en un medio u otro? No niega su presencia en ninguna parte, no rehúye preguntas, contesta de un modo que despierta el interés por la ciencia. Y todos la entienden. No se le puede pedir más. Ojalá que los políticos aprendieran de su buen hacer en cuanto a comunicar bien.
Nació en 1959, en Madrid, en el seno de una familia numerosa. Sus padres eran químicos, pero su recuerdo de la infancia es similar al de otros niños: le gustaba jugar al aire libre y montar en bicicleta. El funcionamiento del cuerpo humano le interesó pronto. Y de ahí surgió su pasión por la bioquímica. Es viróloga y conoce a fondo el mundo de la ciencia pues, además de hija, es esposa y madre de científicos. Y, como tantos, echa en falta más recursos para la investigación.
Estudió y se doctoró en la Universidad Autónoma de Madrid. Y con el fin de ampliar sus conocimientos trabajó cinco años en Alemania. Hoy es la directora de la Unidad de Inmunología en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO); es el mismo lugar en el que trabajó una científica infatigable, con un nombre de pila igual al suyo.
Los consejos, más que buenos, de una científica muy popular
Del Val no duda de que el virus ha venido para quedarse. Y que antes o después nos contagiaremos todos. Pero la acción de las vacunas es eficaz. No son esterilizantes; sin embargo, pese a que no impiden el contagio, sí que evitan muertes y hospitalizaciones. La inmunidad de grupo es válida, pero tanto como esta es la protección de los más débiles. De ahí la trascendencia no solo del porcentaje de población que ya se ha vacunado, sino del tipo de personas inmunizadas. Es primordial proteger a los más vulnerables, como los mayores y los inmunodeprimidos.
La variante ómicron ha disparado de nuevo el número de contagios. Conviene limitar los contactos; es preciso evitar los lugares concurridos; las reuniones sin protección. El uso de mascarillas, que se han de ajustar bien, es esencial. Los test de antígenos son muy útiles, pero sin despreciar el riesgo. La seguridad absoluta no existe. Nunca sobra la prudencia, que no es lo mismo que el miedo; mientras que la primera protege, el segundo desampara. Por otra parte, es necesario atender a la ventilación. Las bajas temperaturas no ayudan; no obstante, aunque haga frío, hay que abrir las ventanas con frecuencia. Y es que el SARS-CoV-2 se transmite por aerosoles. Si estamos acompañados, es esencial renovar el aire que se respira.
Pese a todo, y aunque a que el coronavirus no nos deja en paz, Felices fiestas.
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