Atención y memoria son términos estrechamente unidos; por esa razón la importancia de su mutua relación se subraya con frecuencia en las entradas de ejercicios de memoria para mayores. Recordemos que, no en vano, la atención se considera por parte de los expertos como “la puerta de entrada de la memoria”.
La elevada capacidad de aprendizaje en la infancia es un hecho de sobra conocido. El cerebro suele compararse en esa etapa con una esponja por su capacidad de absorción. Sin apenas esfuerzo, es capaz de grabar un extraordinario volumen de datos. Pero, aún en este caso, los mecanismos que regulan la atención han de estar activos; de lo contrario, no se aprenderá nada. La atención es una actitud consciente que depende de los órganos receptivos y activa determinadas estructuras neuronales. Prestar atención es interesarse por aquello que se escucha o se observa. Es fácil suponer que, también en la infancia, la distracción o falta de atención impiden que la información se grabe y pueda ser recuperada más tarde.
Atención y memoria en la vejez
Un requisito para reducir las dificultades de memoria es activar la atención. Si se quiere mejorar el rendimiento de la memoria, hay que atender bien a los estímulos del exterior. Sin embargo, la edad avanzada hace que tal práctica no siempre resulte fácil. Y es que las características del funcionamiento cognitivo en la vejez lo frenan. Con el paso del tiempo, los mecanismos reguladores del nivel de atención pierden su efectividad. Una próxima entrada tratará la cuestión más en detalle.
En la edad avanzada, conviene suplir con motivación el problema. El diccionario de la RAE define la motivación como el conjunto de factores internos o externos que determinan en parte las acciones de una persona. Puesto que se conoce el déficit que experimenta la capacidad de atención en la vejez, se debe suplir con una dosis extra de motivación y concentración. Es una medida que sin duda contribuye a que el rendimiento de la memoria mejore en sus resultados.
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