El ocio en la vejez es un privilegio que se debería saber valorar como tal. La llegada de la jubilación entraña un incremento considerable de tiempo libre; en principio, nada impide dedicar al ocio ese tiempo extra. En nuestra acelerada sociedad, no faltan razones para celebrar el acontecimiento. Salvo, si acaso, en la infancia, no hay etapa vital donde la falta de tiempo no sea un motivo de queja recurrente.
Sin embargo, la llegada de la jubilación se vive en ocasiones con desasosiego. Y no es de extrañar que así sea. Por una parte, la identificación de la jubilación con la vejez está presente en abundantes estereotipos sociales. Por otra, la actividad laboral se suele considerar como algo más que una ocupación retribuida. La cultura del trabajo es uno de los fundamentos más arraigados de la existencia humana, y muy en especial desde una óptica religiosa.
Apreciar el ocio en la vejez
Disfrutar del ocio no es estar inactivo, sino emplear el tiempo en actividades que agradan. No obstante, a veces, puede no resultar fácil. Es un ejercicio que requiere desechar prejuicios y construir nuevos valores en torno al envejecimiento. El diccionario de la lengua española señala que ociar es «apartar a alguien del trabajo en que está empleado, haciéndole que se entretenga en otra cosa que lo deleite».
Por lo tanto, el ocio implica disfrute y satisfacción, que es un regalo inestimable. Estar ocioso se relacionaba hace años con el tediosos ejercicio de matar el tiempo. Pero, desde la publicación de esta crónica, en 1981, ha habido cambios socioculturales que han transformado la imagen de los mayores. La edad ya no es una rémora para cultivar un ocio activo con el que disfrutar. Pero la actitud juega un papel crucial. No importa tanto a qué se dedica el tiempo de ocio como el hecho de obtener de ello una buena percepción.
Y no se trata de estar ocupado a todas horas, sino de encontrar actividades que, a la vez que son placenteras, conlleven un cierta idea de esfuerzo y superación. La obsesión por los años no es una buena compañía. Las posibilidades son amplias y los ejemplos no faltan. La afición a las nuevas tecnologías; el envite de asumir retos; dedicarse a los libros; volcarse en el voluntariado o, por qué no, hacer supuestas locuras. Casi cualquier idea sirve, si el resultado es no limitarse a ver pasar el tiempo.
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