No es difícil entender cómo nos afectan las emociones; nadie se siente igual o hace lo mismo alegre que triste. Pero se les presta poca atención, pese a que están muy presentes en la vida cotidiana. Descartes (1596 -1650) calificó al ser humano de racional. Y lo dividió en cuerpo y alma o, lo que es lo mismo, cuerpo y mente. Fijó en el pensar nuestra cualidad más preciada, mientras que relegó el sentir a un segundo plano.
Hoy, la Neurociencia nos dice que el motor de la conducta no es la razón, sino la emoción. Lo que el filósofo llamó alma, es decir la mente, es el resultado de la conexión entre el cuerpo y el cerebro. Y su separación es imposible. Una emoción implica un cambio en el organismo que activa un circuito cerebral concreto; es una señal que nos empuja a actuar en un sentido u otro. Y aunque no somos responsables de nuestras emociones, sí lo somos de la respuesta que les damos.
Un ejemplo de cómo nos afectan las emociones
El hecho se remonta al año 1848. El protagonista es Phineas Gage, supervisor de la construcción de la línea de tren de Vermott, en Estados Unidos. Para abrir la vía se rompen grandes rocas con cargas de dinamita. Algo falla y se produce un accidente. Una barra de hierro salta por los aires y atraviesa la cabeza del ferroviario; sin embargo, no muere. Lo trasladan al hospital y, tras un tiempo en coma, se restablece. Vuelve a casa y después de un mes regresa al trabajo. Pero ya no es el empleado responsable que era. Su conducta es inapropiada y no observa las normas al uso. Su nuevo carácter no es fácil de soportar y acaba sus días como un ser antisocial al que todos rechazan.
El cráneo de Phineas Gage se conserva en un museo. Y, más de un siglo después, el neurólogo Antonio Damasio lo estudia a fondo. Observa que la lesión dañó el lóbulo frontal, una zona del cerebro que rige las normas que guían el comportamiento. Y, aunque el funcionamiento intelectual se mantiene intacto, se alteran emociones de tipo social, como la vergüenza, la culpa o la empatía. Y esto afecta a la relación con los demás. De ahí que el investigador se refiera a la división entre cuerpo y mente como El error de Descartes.
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