Conocer el cerebro fue el gran objetivo de los años 90 del siglo XX, un periodo en el que se desarrolló la denominada Década del Cerebro.
Fue un proyecto que impulsó el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos. Organismos científicos y gubernamentales internacionales se sumaron a la iniciativa, si bien no todos con recursos equivalentes. La medida pretendía fomentar la investigación sobre el cerebro desde una perspectiva ínterdisciplinar. Su objetivo era, por una parte, descifrar el funcionamiento de un órgano tan extraordinario como complejo; por otra, sensibilizar a la opinión pública sobre los beneficios de la investigación en este ámbito. La tecnología había producido mejoras de gran magnitud, sobre todo en cuanto a las técnicas de neuroimagen. Y su utilización fue un paso de gigante tanto en el estudio del cerebro sano como en el de las patologías de este.
Conocer el cerebro: mucho por descubrir
Los logros fueron enormes y mejoraron el entendimiento de las funciones cerebrales. En este sentido, el descubrimiento de la naturaleza de ciertos trastornos supuso un cambio sustancial para su tratamiento. Todas las áreas de estudio experimentaron un gran avance. El florecimiento de la genética y sus aplicaciones originaron disciplinas como la neurogenética o la neurología del desarrollo. De la evolución de las técnicas de neuroimagen surgió la neurociencia computacional. El progreso en el estudio de las demencias y el envejecimiento cerebral fue así mismo trascendente. Uno de los hallazgos más notables fue el relativo a la posibilidad de renovación de ciertas áreas del cerebro. La capacidad de plasticidad cerebral ponía en entredicho las teorías en vigor; abría nuevas vías de investigación y mostraba una perspectiva muy esperanzadora para un problema que no dejaba de crecer.
La OMS destacó el orgullo de la comunidad científica ante los resultados; no obstante, advertía de problemas aún no resueltos. Los frutos de las investigaciones fueron sobresalientes; sin embargo, no hubo más remedio que admitir que la complejidad del órgano era mayor aún de lo esperado. Hoy por hoy, subsisten las lagunas de conocimiento en torno al mismo. Un relevante científico español se ocupa de esclarecer una de ellas. Y es que el modo en que el cerebro se adapta a nuevos retos sigue siendo un asunto por resolver. Es de desear que no por mucho tiempo más.
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