El estudio de las monjas es la denominación con que se conoce una investigación relacionada con el envejecimiento y el cerebro. Sus protagonistas son unas religiosas norteamericanas: la Escuela de las Hermanas de Notre Dame, una congregación dedicada a la enseñanza.
El autor es un médico epidemiológico cuyo nombre es David Snowdon. En su comienzo, se trató de una investigación sobre la esperanza de vida. Pero unos hallazgos no esperados cambiaron el enfoque de la fase inicial. Su trascendencia prolongó el estudio a lo largo de más de quince años. Los resultados cambiaron de arriba abajo el modo de entender el funcionamiento del cerebro en la vejez. Y numerosas publicaciones dieron cuenta de ello. En 2001 se editó el libro 678 monjas y un científico, en el que se detalla la experiencia.
El estudio de las monjas y el alzheimer
El interés por estudiar una comunidad de religiosas se debe al estilo de vida de sus integrantes, que es muy similar en todos los casos. En un entorno tan cerrado, las variables a tener en cuenta se reducen. Y de ese modo se compara mejor el grado de salud a nivel individual. El autor descubrió que las religiosas disponían de archivos sobre sus historias de vida; a veces, incluso, escritas por ellas a su ingreso en la congregación. A partir de esos documentos, se reveló pronto la relación entre la actividad intelectual y el envejecimiento con éxito. Pero el hecho no resultó novedoso. Ya había estudios previos que avalaban la cualidad protectora de la educación en el funcionamiento del cerebro.
Lo que el autor no esperaba encontrar era la evidencia que le convirtió en uno de los mayores expertos en alzheimer. La conclusión más sólida de su trabajo fue que esta patología no aparece de un modo súbito. Se trata de un proceso que se desarrolla durante décadas; además, se relaciona con multitud de factores de influencia. Uno de los más señalados es la calidad de la red neuronal, o de la reserva cognitiva, de quien la padece.
Una gran parte de las religiosas del estudio murió sin síntomas de la enfermedad; sin embargo, se descubrió que sus cerebros, al ser analizados tras su muerte, sufrían las lesiones propias de la enfermedad. La conclusión más relevante del estudio es que el alzheimer no es una consecuencia de la vejez; es decir, se puede evitar. La existencia de una sólida reserva cognitiva protege contra una enfermedad tan devastadora. Y de ahí se deriva la importancia del cuidado del cerebro.
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