El control de la tensión arterial alta, o hipertensión, es un objetivo de salud esencial. Y es que es un trastorno que no suele provocar síntomas; por esta razón, se estima que la mitad de las personas que lo sufren lo ignora. La hipertensión es un gran factor de riesgo para la aparición de las dolencias cardiacas y los accidentes cerebrovasculares, entre otras graves patologías. Según datos de la OMS, 9,4 millones de personas fallecen cada año a causa de sus efectos.

El 16 de mayo es el Día Mundial de la Hipertensión Arterial. Se pretende con ello sensibilizar a la población sobre la necesidad de prevenir y, si es preciso, controlar la tensión arterial alta con un tratamiento terapéutico. Las sociedades científicas que colaboran en la difusión de la campaña son muchas y muy diversas. En el año 2017, se puso en marcha por primera vez la iniciativa MMM, (Mes de Medición de Mayo), para recordar que es bueno verificar su estado de forma regular.

¿Cuánto es una tensión arterial alta?

Se llama tensión arterial a la fuerza que ejerce la sangre en los vasos sanguíneos tras ser impulsada por el corazón; cuanto más elevada, mayor es el esfuerzo de este órgano para que llegue a todo el cuerpo. El valor normal oscila entre los 120 mmHg para la presión sistólica, o máxima, y los 80 para la diastólica, o mínima. La OMS considera hipertensión cifras iguales o mayores a 140 y 90 mmHg respectivamente.

A finales del pasado año, en Estados Unidos, dos instituciones muy influyentes, el American College of Cardiology y la American Heart Association, pretendieron rebajar las medidas. Y las nuevas pautas aumentaban el volumen de población hipertensa del 32 al 46%. Los médicos de familia americanos rechazaron ese patrón, que consideraban sin fundamento científico. El sobrediagnóstico y sobretratamiento de las patologías son riesgos cada vez más frecuentes. Vivimos en una sociedad que, bajo el influjo de la Medicina, recurre en exceso a exploraciones y tratamientos superfluos. Se trata de actos clínicos que no solo no son beneficiosos sino que, a veces, provocan daños de consideración. Con respecto al tratamiento de la enfermedad, no parece fácil encontrar la medida exacta. Conviene por lo tanto atender al principio “pastillas las justas”, con el fin de evitar una polimedicación que no hay duda de que es nociva.

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