La vocación pedagógica de Pilar Benejam no tiene fecha de caducidad. Nació en 1937, en Ciudadela (Menorca) y estudió Magisterio en Palma de Mallorca. Al graduarse, no consideró suficiente su capacidad didáctica y se matriculó en la Universidad de Barcelona; primero lo hizo en Pedagogía y, después, en Geografía e Historia. Ella cuenta con humor cómo su padre consideró que no era culpa suya su (supuesta) insuficiente preparación. Y por fin comenzó su andadura profesional.
Primero lo hizo como maestra, en el año 1964. En la década de los setenta participó en los movimientos de renovación pedagógica y trabajó junto a Rosa Sensat, una reconocida maestra que hizo de la educación un compromiso social. Tras lograr el doctorado en Pedagogía, se especializó en Didáctica de las Ciencias Sociales y Formación del Profesorado. En 1986 publicó su primer libro. Se tituló La formación de los maestros: una propuesta alternativa y se basaba en la tesis doctoral que había presentado un año antes. Y con ello inició la intensa labor que desarrolló a lo largo de su ejercicio profesional. Formó parte de numerosas comisiones pedagógicas y asesoró a distintos organismos del ámbito de la educación. Se jubiló en 2004 y prosiguió como profesora emérita hasta 2008; sin embargo, no deja de publicar artículos de interés.
Vocación pedagógica y firme compromiso
Benejam defiende con tesón la vocación en la tarea educativa. Su último libro, de 2015, lleva por título ¿Qué educación queremos? En él expone sus ideas sobre los interrogantes de esta actividad. «Escribo este libro cuando ya tengo una edad avanzada, que es cuando, seguramente, se debe escribir sobre estas ideas panorámicas, porque ¿cómo se puede saber nada sin envejecer?» Afirma que los valores humanistas han de guiar la educación de niños y jóvenes, que se fundamentan en el reconocimiento universal de la dignidad humana.
Acerca de los profesionales de la educación, afirma: «No todo el mundo sirve para ser maestro o maestra, porque las actividades de ayuda están basadas en la capacidad de comunicación y empatía. Un buen maestro es aquel que sabe que nunca sabe lo suficiente; ni de lo que enseña, ni de cómo enseñar, ni de cómo contribuir al bienestar de los niños y niñas, ni de cómo hay que organizar los centros, ni de cómo trabajar con los padres y en la mejora del contexto social. Pero por encima de todo, un maestro o maestra debe saber que educar es un acto de respeto, de estima y de esperanza».
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