La dinámica demográfica ha condicionado el devenir humano a lo largo de la historia. Y el envejecimiento de la población es el resultado de su evolución más reciente. En las últimas décadas, nuestro país ha experimentado cambios de gran calado. La transformación afecta tanto al conjunto de la población española como a los individuos que la integran. Este fenómeno, que representa un salto cualitativo con respecto al pasado, fue denominado en su día madurez de masas por parte del demógrafo Julio Pérez Díaz.
El actual desarrollo sociocultural y económico permite alcanzar la edad adulta a la mayoría de los sujetos de una cohorte. Sin embargo, hasta fechas no muy lejanas, una persona había visto morir a buena parte de su generación en esa etapa. Casi la totalidad de los niños españoles coexiste hoy con abuelos y abuelas y prácticamente la mitad viene al mundo en vida de algún bisabuelo. Por el contrario, un gran porcentaje de los nacidos hace tan solo un siglo no conoció a sus abuelos; muchos de ellos, incluso, perdieron a sus padres antes de ver nacer a sus propios hijos.
La dinámica demográfica: una verdadera revolución
Son cambios que suponen un giro radical en las condiciones de vida de la población. Afectan, entre otras grandes cuestiones, a los roles familiares, a las relaciones de pareja, a la actividad laboral de la mujer, a la duración de la infancia y la juventud o a los apoyos entre las generaciones. La presencia de un mayor número de adultos y mayores en la sociedad ha modificado la vivencia de las etapas vitales. El ciclo de vida se ha ralentizado y sus efectos son muy positivos. La duración de la infancia y la de la juventud se dilata. Los niños y los jóvenes amplían su nivel de conocimientos y tienen más recursos y tiempo de ocio. Y los roles de género también han cambiado. El porcentaje de mujeres con una formación similar a la de sus congéneres masculinos se ha elevado en gran medida.
Por último, también los mayores se han beneficiado de los cambios causados por la dinámica demográfica. Quienes en este momento alcanzan la edad de jubilación tienen poco en común con la realidad de la vejez en el pasado. Eran generaciones con unas condiciones de vida mucho menos favorables que las actuales. Y es lógico suponer que las diferencias se incrementarán en el futuro. Las cohortes que hoy se encuentran en plena madurez vital, disfrutan de un nivel de formación más alto; sin duda, vivirán un modelo de vejez muy distinto al actual.
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