Tener la felicidad al alcance de la mano no es muy usual. Porque mientras unos solo la cifran en lo material, otros la buscan dentro de sí mismos. Y entre los dos extremos abundan puntos de vista de lo más diverso. En el diccionario de la RAE se define como un estado de grata satisfacción espiritual y física. Y hay una fecha para celebrarla: el 20 de marzo, Día Internacional de la Felicidad.
Lo cierto es que se puede medir. En una escala de 0 a 10, el 0 sería el peor día de la vida y el 10 el mejor. La media usual es poco más de 5. según el libro En defensa de la Infelicidad. El título parece una paradoja, pero no lo es. Y es que, para Alejandro Cercenado, el autor, no es posible ser feliz siempre. Sostiene que un año feliz, no son 365 días estupendos. Por ello, reivindica la infelicidad, que a menudo nos acompaña, ya que ocultarla nos hace desdichados.
La felicidad al alcance de la mano: a veces, sí
Somos felices en momentos concretos. Pero el cerebro se habitúa a la sensación de bienestar; se adapta y, en poco tiempo, desaparece el efecto placentero que la desató. La felicidad no es un estado fijo, porque la capacidad de goce se satura. Ser infeliz es parte de la existencia. Se pueden tener muchos días malos y, pese a ello, estar satisfecho con la vida. Cercenado, lo ilustra con un ejemplo: el año que nació su hijo. Crecieron sus preocupaciones, las dudas le rodeaban y dormía poco; sin embargo, fue muy feliz.
En las últimas décadas, la riqueza de los países se ha multiplicado. Aun así, no somos más felices que antes. En el libro no hay recetas; no obstante, el autor ayuda a distinguir qué nos da o no felicidad. Y señala algunas claves. Entre otras, que la diferencia entre las personas más felices y las que lo son menos es sentirse queridas y acompañadas. Es decir, que la calidad de la relación con los demás es un eje sobre el que pivota la felicidad.
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