Se podrá estar en verano sin mascarilla al aire libre, pero con un metro y medio de distancia de seguridad. La medida entra en vigor el 26 de junio. No supone el fin de la protección, tan solo un poco de flexibilidad en su uso. El criterio de evitar la proximidad con los no convivientes no caduca; es decir, la mascarilla ha de estar siempre a mano, lista para su empleo si es necesario. Y es que el SARS-CoV-2 se contagia por aerosoles, a través del aire. Como es lógico, la disposición se revertirá si los datos empeoran. En el transporte público, en lugares como los comercios y los bares o incluso al caminar por una calle que esté muy frecuentada es obligatoria.
En las residencias geriátricas los mayores no las necesitan si los vacunados alcanzan el 80%; sin embargo, los trabajadores deberán llevarla, así como los familiares en las visitas. Por otra parte, la nueva normativa dice que quienes se han vacunado no tienen que guardar cuarentena ante el contacto con un positivo. Sí que se recomiendan dos PCR, una el día del contagio y otra a la semana; también usar mascarilla ese tiempo; evitar el contacto con personas no vacunadas o vulnerables y no acudir a actos concurridos.
Cifras para un verano sin mascarilla
No hay duda de que poder estar sin ella en el exterior es una buena noticia, aunque la pandemia por la COVID-19 no ha terminado. Las tasas de contagio siguen al alza en muchas partes del mundo, mientras continua el debate sobre liberar las patentes. En España, el cambio obedece a la mejora de los datos y el avance de la vacunación. 15.000.000 de personas ya tienen la pauta completa. Y el 50% de la población ha recibido al menos una dosis. Se espera llegar al 19 de julio con la mitad de la población ya inmunizada y alcanzar el 70% el 18 de agosto. Hoy por hoy, la incidencia es de 95 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días. Y eso permite relajar ciertas medidas.
No obstante, a los expertos les preocupan las variantes del virus, que no deja de mutar. La última en detectar lleva por nombre delta plus. No es más peligrosa; no obstante, su capacidad de transmisión sí es más alta. Y eso es un gran riesgo para la asistencia sanitaria, ya que dificulta su capacidad de respuesta. Es decir, por el momento, es mejor no caer en un exceso de confianza.
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