Los medios le calificaron en su día como el presidente más pobre del mundo. Su nombre es José Alberto Mújica Cordano, aunque todos le conocen como Pepe Mújica. Nace el 20 de mayo de 1935, en Montevideo (Uruguay). Como revela su primer apellido, es de origen vasco: sus antepasados emigran allí hacia la mitad del siglo XIX. El activismo político marca su vida desde muy joven. De familia de agricultores, abandona los estudios y milita en distintos frentes. El deterioro del país desemboca en el Movimiento Tupamaros, a favor de la lucha armada. Y su incorporación al mismo le lleva a la clandestinidad. Entre 1972 y 1985 la dictadura que gobierna Uruguay le mantiene en prisión en condiciones muy duras.

Un pacto cívico da paso a la democracia. Se aprueba una ley de amnistía que deja libres a los presos sin cargos por homicidio. Al salir de la cárcel, él prosigue su trayectoria política. En 1994 es elegido diputado; en 1999, senador; entre 2005 y 2008 se hace cargo del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Y de 2010 a 2015 se convierte en el presidente de Uruguay. Es en este periodo cuando su celebridad se extiende a lo largo del mundo.

Su falta de aprecio por el brillo de la política le hace digno de admiración. Rechaza los beneficios del cargo. Vive en una casa muy modesta, a la que se accede por un camino sin asfaltar; carece de propiedades; dona parte de su salario a fines sociales; viaja en avión como mandatario en clase turista, con el resto de pasajeros. En fin, son gestos inusuales en un presidente que le granjean un gran respeto. Sin embargo, la consideración no se limita al terreno de lo personal; también se le reconocen grandes logros en la transformación de su país. 

El presidente más pobre del mundo deja su cargo como senador

Hace tan solo unos días Mújica ha presentado la dimisión de su escaño en el Senado. No deja el puesto por voluntad propia, sino forzado por la pandemia del SARS-CoV-2. Padece una enfermedad que le impide el contacto con los demás todo lo que él considera necesario en atención al cargo. Y cree que es la hora de dejar paso a los más jóvenes. La despedida fue muy emotiva. «Hay un tiempo para llegar y hay un tiempo para irse. (…) He pasado de todo, pero no le tengo odio a nadie (…) Triunfar en la vida no es ganar; es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae«. Son frases hermosas para un adiós. Salud y suerte. 

El discurso se puede ver en el video de El País que acompaña a la foto de esta entrada. 

Hacer Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.