La pandemia del SARS-CoV-2 ha representado una rebaja de la calidad de vida en la vejez. Sin duda, las principales víctimas son los mayores que nos han dejado; sin embargo, hoy no hablaremos de ellos. Es un asunto muy grave, que ya está en manos la justicia. No todos los centros geriátricos cumplieron con la obligación de cuidar y dar apoyo a quienes tenían a su cargo. En consecuencia, la responsabilidad de lo que ha ocurrido no se debe repartir por igual. Es de desear que pronto se ponga en claro qué hay detrás de unos hechos tan dolorosos. Y lo comentaremos en su momento.
Cómo aliviar la rebaja de la calidad de vida
La calidad de vida de los mayores ha disminuido. Se trata de un concepto que nace de la percepción de la persona; es decir, tiene un tinte subjetivo. Hace referencia a la posición del individuo con respecto al contexto cultural y sistema de valores en el que vive; se asocia, así mismo, con sus expectativas y preocupaciones. Y no guarda relación con el nivel de renta; no obstante, su valoración en positivo pasa por contar con una seguridad de base. Si la persona percibe que sus necesidades no se cubren o que se reducen sus márgenes de acción con respecto a metas e ideales, la valoración mengua.
En este sentido, la crisis deja tras de sí un panorama sombrío para los mayores. Se les cubre con un barniz que arrincona las diferencias. Y se les trata a todos por igual. Bajo el calificativo de nuestros mayores se oculta un paternalismo impropio e indigno. No son un colectivo homogéneo; aunque tal circunstancia no se tiene en cuenta. El resultado salta a la vista. Por una parte, no se cuida bien a quien lo necesita en razón de su estado; por otra, se relegan derechos a un segundo plano.
Son muchas las personas que tienen la amarga sensación de que no importan. Sienten no solo que no se les tiene en cuenta, también que sobran. Y conviene recordar que los derechos humanos no caducan con la edad. La sociedad está en deuda con los mayores. Y la debe saldar. Se encuentra en juego la dignidad de las generaciones que aún no han llegado a la vejez. Solo un cambio de actitudes y comportamientos hacia quienes están es la última etapa de la vida puede aliviar la rebaja de la calidad de vida de los mayores que la COVID-19 nos ha traído.
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