La memoria detiene el tiempo vivido, porque graba lo que ocurre y deja su impronta en el cerebro. Son los recuerdos, cuya evocación nos traslada en un instante al pasado, por lejano que sea. Y es que la representación de quienes somos no es sino la narración de nuestra historia personal; un relato construido a lo largo de los años que configura la biografía del individuo.

El profesor Ruiz Vargas asegura que somos memoria. Y que lo vivido, bueno y malo, compone un conjunto de experiencias que forja la personalidad y guía la conducta. Cada persona es dueña exclusiva del caudal de recuerdos fijados en la memoria desde los primeros años de vida. Se trata de gran archivo que conforma la identidad. Es el soporte que apoya nuestra condición de humanos; sin recuerdos, dejamos de ser quienes somos.

Cómo la memoria detiene el tiempo vivido 

El modo en que la memoria labra sus huellas es aún un enigma. Es mucho lo que se conoce, aunque es más lo que se ignora. Emociones, sentimientos, saberes, destrezas y conocimientos están ahí, ocultos en algún lugar del cerebro. Y basta una fotografía, un olor, una simple palabra, frase o canción para actualizarlos sin esfuerzo. Es la magia de la memoria, sin la cual no nos reconocemos, como ponen de manifiesto dolencias como la enfermedad de alzhéimer.

No se elige qué se quiere recordar, ni tampoco qué olvidar. La marca se estampa sin que intervenga la voluntad. La memoria tiene sus propias reglas, secretas por ahora. La Neurociencia intenta descifrar su complejo engranaje. Pero no es fácil. Entre otras razones, porque no tiene un único código. La memoria es una capacidad integrada por múltiples sistemas que permiten adquirir, almacenar y recuperar la información. Y percibimos, aprendemos, pensamos, y recordamos, gracias a ellos. En resumen: un gran regalo de la naturaleza que es bueno aprender a cuidar.

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