Para Rita Levi-Montalcini, la obsesión por los años es ridícula, según dice en su obra Un as en la manga. Se trata de un modo de rebatir a Norberto Bobbio, un experto en Filosofía del Derecho. Ambos nacieron en Italia en el año 1909 y, en sus memorias, que llevan por título De Senectute, este reniega de su edad. Diré con una sola palabra que mi vejez es melancólica, entendiendo la melancolía como la conciencia de lo que no he conseguido, ni podré conseguir.
Ella rechaza de plano tal actitud. Pienso que no debemos vivir recordando el pasado; hay que hacer planes para el tiempo que nos queda, tanto si es un día, un mes o unos cuantos años. No hay duda de que son dos modos opuestos de vivir la vejez. La del filósofo, con pena y desazón; la de la neurocientífica, por el contrario, con la voluntad de sacar jugo a la vida.
Alternativas a la obsesión por los años
La investigadora mantuvo hasta el fin de sus días la labor que inició de joven. Falleció a los 103 años y defendió siempre el ejercicio mental. Alegaba que en el pasado el uso del cerebro fue un privilegio de las clases acomodadas, como el clero o la nobleza. Y es que la mayoría de la población, desde la infancia, trabajaba muy duro para sobrevivir. Lo que impedía el desarrollo de la mente y la existencia de una reserva cognitiva en la vejez.
Por fortuna, las condiciones de vida son bien distintas hoy. El conocimiento se ha democratizado; ya no es algo solo al alcance de unos pocos. La capacidad mental se puede desplegar sin trabas. Y, contra la aversión a la vejez, lo mejor es valerse de ella. En contraste con otros órganos, el cerebro no se desgasta con el uso, sino que se fortalece. Y para Levi-Montalcini es el as en la manga que permite encarar con éxito la última etapa de la vida. Un criterio más fértil que el de sentir pesar por los años.
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